La región está experimentando una tormenta sin precedentes históricos, con tensiones económicas, criminales y políticas reforzantes, erosionando sus instituciones y prospectivas económicas, radicalizando a sus pueblos y socavando su compromiso con la democracia y el estado de derecho. América Latina y el Caribe es la región a la que la seguridad y la prosperidad de los Estados Unidos está más directamente vinculadas a través de lazos geográficos, comerciales y familiares. Está experimentando una “tormenta perfecta” sin precedentes históricos, con tensiones económicas, criminales y políticas reforzantes, erosionando sus instituciones y prospectivas económicas, radicalizando a sus pueblos y socavando su compromiso con la democracia y el estado de derecho. Este fenómeno no es exclusivo de América Latina, y me temo que solo estamos empezando.
El COVID-19 también destacó la corrupción y los errores en los gastos de emergencia relacionados con la pandemia, al mismo tiempo que desvió dinero de la inversión social y de infraestructura, dejando a los gobiernos con decisiones políticamente polémicas sobre cómo recaudar dinero y cumplir con los compromisos de deuda. Los efectos se observaron en las protestas en Colombia, por la propuesta a la reforma tributaria, así como en los debates en Argentina, Ecuador y Costa Rica sobre el cumplimiento con los compromisos de préstamo del FMI.
Estas presiones reforzaron el giro a la política de la izquierda de América Latina, que ya estaba en marcha. La pandemia también justificó las restricciones a la actividad pública, ayudando a los gobiernos autoritarios de izquierda, en Venezuela, Nicaragua y Cuba en consolidar el control.
Los efectos inflacionarios de la invasión rusa a Ucrania agravaron estas tensiones, golpeando a las poblaciones vulnerables con aumentos significativos en los costos de las necesidades como alimentos y combustible para el transporte, para la calefacción y para cocinar, provocando protestas desde Perú hasta Ecuador, Panamá y Guatemala.
Otros dos factores también han contribuido a hacer un cortocircuito en lo que normalmente sería una oscilación más equilibrada entre los gobiernos de izquierda y derecha en América Latina.
En primer lugar, la ampliación del compromiso con la República Popular China (RPC) y sus empresas ha ayudado a los gobiernos populistas a consolidar el poder más allá de lo que los efectos destructivos de sus políticas habrían predicho anteriormente. Las empresas con sede en la República Popular China han proporcionado a regímenes autoritarios como Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia fuentes alternativas de inversión, préstamos e ingresos de exportación, mientras que estos líderes han desmantelado los controles y equilibrios democráticos, han abrogado compromisos legales anteriores y se han movido contra el sector privado, las ONGs y los medios de comunicación independientes. La creciente tormenta toma diferentes formas en toda la región. Los ejemplos incluyen la política energética autodestructiva y otras políticas comerciales de AMLO en México, que ahora amenaza retirarse del T-MEC. Además, el enfoque de AMLO de “abrazos, no balazos” hacia las organizaciones criminales violentas está permitiendo una crisis de seguridad cada vez más grave, como lo ilustra el asesinato de 260 personas en cuatro días en ataques a gran escala por parte de grupos criminales contra la Guardia Nacional y la infraestructura pública en seis estados mexicanos.
No obstante, debemos dedicar más tiempo y enfoque por líderes, y más recursos para ayuda, y el fortalecimiento de instituciones, la participación y la canalización de recursos del sector privado. Debemos luchar para recuperar la “iniciativa discursiva” y así ayudar a una nueva generación a ver por qué la democracia, el estado de derecho y los mercados libres, a pesar de su desorden, son la mejor manera de desencadenar a la iniciativa humana para generar sociedades con la promesa de prosperidad y libertad para todos.
*El autor es profesor de investigación en América Latina en la Escuela de Guerra del Ejército de los Estados Unidos. Este artículo es derivado de la presentación por Dr. Ellis sobre el mismo tema a la conferencia “Quo Vadis America Latina” por la Instituto Interamericano de Democracia, en Miami, Florida, el 17 de agosto de 2022. Las opiniones contenidas en este documento son estrictamente suyas.