Lula no tiene nada que ver con los Kirchner, ni Bolsonaro con Macri. La grieta de ellos es de crecimiento; la nuestra, de decadencia. Casualmente antagónicas.
El triunfo de Lula ilusiona a muchos que se engañan, convencidos de que nuestro gobierno es de la misma línea y que ganaron los nuestros. Falso, porque con ese triunfo nuestro gobierno y sus amigos no tienen nada que ver.
Podemos ir más lejos y aclarar que tanto Lula como Bolsonaro expresan un Brasil en crecimiento y se diferencian en la distribución de la riqueza, pero no en el modo de generarla. Brasil mantiene un proyecto nacional, no regaló sus empresas ni se enamoró de las compañías extranjeras. Mantiene un Estado digno con sectores privados nacionales, dos virtudes que hace tiempo olvidamos.
Brasil avanzó sobre nuestras industrias cuando nos vino el ataque enfermizo de vender todo lo propio, imaginando que lo perdido generaba inversiones o peor aún, sustituía inversores por expropiadores. Hasta su misma dictadura militar mantuvo rasgos mucho más dignos que los nuestros. Brasil mantiene su proyecto productivo y debate la integración social con enormes bolsones de pobreza que vienen desde siempre; no como los nuestros, que son producto de la última dictadura.
Lula no tiene nada que ver con los Kirchner, ni Bolsonaro con Macri. La grieta de ellos es de crecimiento; la nuestra, de decadencia. Casualmente antagónicas. Su política exterior es profesional y permanente; la nuestra, de aficionados y cambiante.
Lula es un obrero, como Pepe Mujica es un ex guerrillero. De esas vertientes de la historia, nosotros no tenemos a nadie rescatable. Lula estuvo detenido, acusado por un tema que, en nuestra realidad política —aclaro que en la de ambas fuerzas— sería discutible y menor porque, en comparación, representa apenas un par de líneas de los cuadernos y un porcentaje ínfimo del endeudamiento de Macri con el FMI.
Es cierto que los sectores de izquierda avanzan en el continente tanto como que los nuestros son de dudosa identidad. Los Kirchner nunca se diferenciaron demasiado ni de Menem ni de Cavallo: nunca se ocuparon de defender y apoyar la producción nacional.
Del otro lado, del PRO, directamente imaginan que sin Estado los ricos del mundo podrían invadir nuestra geografía en su versión colonial. Hasta el último golpe, nuestra patria tenía otros datos comparativos con los hermanos de Brasil. Ellos siguen el rumbo que nosotros, con todas las opciones políticas, transitamos hasta aquel horrible final. No podemos compararnos, Brasil tiene un proyecto y dos alternativas de desarrollo; nosotros, ninguna. Duele, pero es necesario aceptarlo para que algún día podamos superarlo.
Por Julio Barbaro