Sergio Massa: Última opción del gobierno argentino ¿frente al desastre?

Una vez más, vuelven los rumores sobre el desembarco del titular de la Cámara de Diputados al gabinete. Si esto se materializa, el exintendente de Tigre Sergio Massa, sería el hombre más poderoso de una coalición agonizante.

El Frente de Todos, para ganarle las elecciones al macrismo en 2019, tuvo que pararse en tres patas: el kirchnerismo de CFK, la promesa de un Alberto Fernández moderado y el aporte no menor del Frente Renovador. Es que el espacio de Sergio Massa, que se fue de la primera etapa kirchnerista y luego los enfrentó en las urnas, vendía al electorado general una especie de peronismo centrista (o de centroderecha incluso), bastante alejado del tufillo socialistoide y colectivista de La Cámpora.

Alberto y Cristina se “quemaron” mutuamente en la picadora de carne que fue la gestión fallida en los últimos tres años. Sin embargo, a pesar de que Massa se refugió en el Congreso (donde tiene buen diálogo con todos, desde Milei hasta la izquierda), el reloj de arena también le juega en contra. Aunque no tuvo que poner la cara por las políticas del Poder Ejecutivo, si se derrumba el oficialismo, sus acciones también se caerán a pedazos por ser parte del mismo espacio político. Es decir, a Alberto, a Cristina y a Massa de cierta manera los une la misma suerte.

Aunque todavía son rumores, varios trascendidos lo ubican como el inminente jefe de Gabinete de un gobierno relanzado. Otros se animan a verlo con el traje de un “superministro” de Economía, como desde hace tiempo Argentina no tiene. Sea como sea, el mercado y los bonos argentinos han mostrado que la idea entusiasma. Al menos, algo más que el tren fantasma que impera por estas horas.

El presidente y la vice están “regalados”. Massa, aunque también pueda sufrir el escarmiento del desastre del Frente de Todos si la suerte no cambia, al menos por ahora tiene el capital para pedir todo el poder y la autonomía: si se hace cargo del fierro caliente, el diputado seguramente tendrá libertad de acción, sin necesitar pasar por las consultas permanentes que se vieron estos años entre el albertismo y el cristinismo.