Las protestas son encabezadas por el líder indígena Leonidas Iza, quien ha estado en la palestra pública y es asociado con movimientos progresistas de la región. La comunidad indígena tenía 10 peticiones al presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso, y el mandatario aceptó algunas e invitó a sentarse a dialogar desde el primer día del paro (15 de junio) que tiene en zozobra a Ecuador.
Los manifestantes dejaron de mencionar cada vez más sus solicitudes y gritaban: “Fuera Lasso, fuera”, “fuera Lasso, fuera”. Lo que empezó como una protesta pacífica y social, rápidamente se fue tornando violenta y política. Hasta el jueves pasado se registran al menos tres fallecidos, 18 policías desaparecidos y una centena de heridos en el marco de estas movilizaciones. El Gobierno tuvo que declarar estado de excepción en seis provincias.
Algunos manifestantes se transformaron en vándalos y quemaron módulos y patrullas policiales, así como una agencia del banco de Guayaquil -entidad que Lasso presidió en el pasado-, prendieron fuego y rompieron vidrios a edificios del Estado y se apoderaron de centrales hidroeléctricas y pozos petroleros.
Las 10 peticiones iniciales fueron desapareciendo en sus gritos de batalla y su único objetivo fue claro y evidente: buscar la destitución del presidente Guillermo Lasso, electo democráticamente hace poco más de un año. Ante las manifestaciones del pueblo indígena ecuatoriano, que causan desabastecimiento de frutas, verduras, hortalizas y productos agropecuarios y dejan pérdidas para el país de unos 50 millones de dólares por día, sin tomar en cuenta el sector del petróleo, el principal producto de exportación, según cifras oficiales, no faltó en unirse la izquierda socialista y populista de América Latina.