Las predicciones iniciales de mayo estimaban una temporada ciclónica “casi normal”, ahora es probable que se formen de dos a cinco huracanes. La temporada de huracanes en el Atlántico se encuentra en pleno auge, y las autoridades advierten sobre la posibilidad de que enfrentenos una actividad “por encima de lo habitual” este año.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica presentó una actualización de su pronóstico estacional, destacando una probabilidad del 60% de que se formen entre 14 y 21 tormentas con nombre, acompañadas de vientos de 40 mph o más.
De estas tormentas, entre seis y once podrían intensificarse hasta convertirse en huracanes, incluyendo de dos a cinco huracanes de gran magnitud que alcancen la categoría 3 o superior con vientos que superen las 111 mph.
En contraste con su pronóstico inicial emitido en mayo, que preveía una temporada de huracanes “casi normal” con un 40% de probabilidad, la NOAA ahora destaca la probabilidad de una actividad más intensa.
Normalmente, una temporada promedio que se extiende desde el 1 de junio hasta el 30 de noviembre produce alrededor de 14 tormentas con nombre, de las cuales siete se transforman en huracanes, incluyendo tres de gran intensidad, de acuerdo con la agencia.
Matthew Rosencrans, el principal analista de la temporada de huracanes en el Centro de Predicción Climática de la NOAA, explicó que esta mayor probabilidad de actividad por encima de lo habitual se deriva de las condiciones actuales en la atmósfera y los océanos.
Entre estas condiciones se incluyen las temperaturas sin precedentes en la superficie del océano Atlántico y la presencia del fenómeno climático de El Niño.
“Las temperaturas de la superficie del mar en la principal región de desarrollo del Atlántico Norte fueron las más cálidas entre junio y julio desde 1950”, informó Rosencrans durante una rueda de prensa. Agregó que el mes pasado, las aguas en esa parte del océano estuvieron más de 2 grados Fahrenheit por encima de lo normal. Las temperaturas oceánicas más elevadas de lo usual son un factor crucial en la formación de tormentas.
El impacto del El Niño se traduce generalmente en un freno al desarrollo de tormentas al aumentar los vientos en las capas superiores del Atlántico, lo que puede disipar huracanes y dificultar la formación de tormentas significativas.
De esta manera, la interacción entre las temperaturas más elevadas de lo habitual en la superficie del mar y el fenómeno de El Niño vigente se establece como el principal elemento de incertidumbre en la predicción de esta temporada, según Rosencrans.
La NOAA ha afirmado que existe una probabilidad superior al 95% de que las condiciones de El Niño persistan durante el invierno. Es importante mencionar que las perspectivas de huracanes proporcionadas por la agencia brindan estimaciones sobre la actividad general que se espera durante la temporada, aunque no predicen la llegada precisa de tormentas.