El sentido del humor plebeyo de Musk es gran parte de la razón por la que el establishment no lo soporta. La saga de la adquisición de Twitter por parte de Elon Musk vio nuevos avances la semana pasada, ya que Musk reafirmó su oferta original para comprar la compañía por 54,20 dólares por acción, un precio que sitúa el valor de la empresa en la friolenta cifra de 44.000 millones de dólares. Después de que el acuerdo original se cerrara en abril, Musk intentó echarse atrás en julio, alegando que Twitter estaba falseando el número de bots en su plataforma. Twitter demandó a Musk para obligarle a seguir adelante con la compra, y ambas partes iban a ir a juicio el 17 de octubre.
Parece que ese juicio no será necesario, ya que Musk está básicamente dando a Twitter el precio que había prometido. El precio de las acciones de Twitter se disparó un 22 % con la noticia, y muchos tienen ahora un renovado optimismo (o temor) de que Musk siga adelante con la compra y acabe introduciendo políticas de moderación de contenidos menos restrictivas en la plataforma.
Aparte de ser gracioso, hay casi un sentido de burla en este movimiento. Al insertar este tipo de cifras en los documentos oficiales -y, por extensión, en los principales titulares- es como si se burlara del mundo de payasos en el que se ha convertido Twitter. Su mensaje a los ejecutivos de Twitter no es «por favor, véndanme su empresa». El mensaje es más bien «todo esto es una broma para mí, lol».
No es la primera vez que Musk lleva al mercado su espíritu lúdico, irreverente y de cultura meme. Hace unos años lanzó su coche al espacio porque pensó que sería divertido, y algunas de sus empresas ahora aceptan Dogecoin como pago. En general, Musk parece bastante divertido, afable y relajado. No se toma a sí mismo demasiado en serio, y eso es probablemente una parte importante de por qué le gusta a la gente. Otra razón por la que resulta tan simpático es que no le importa burlarse de los políticos, los ejecutivos y otras élites de «cuenta verificada en azul». Al contrario, parece disfrutar con ello.
Cómo debilitar a las élites
La cuestión es cómo combatir la insistencia en lo políticamente correcto. ¿Cómo hacer frente a los entrometidos morales que se meten en asuntos que no les incumben? Al principio, es tentador enfrentarse a ellos en sus propios términos, exponer educada y lógicamente nuestro caso y pedir que nos dejen en paz. Y a veces eso puede ser lo correcto. Pero a menudo, un enfoque mucho más eficaz es hacer lo que hace Elon Musk: convertirse en el tonto.
En lugar de tomarse en serio a las élites, el tonto utiliza el ingenio, el humor y la sátira para destacar lo ridículas que se han vuelto las élites. Emplea la burla inteligente y la picardia con tacto para poner en duda la autoridad de las élites. Cuando se hace bien, este enfoque puede ser brillantemente eficaz. Hay una razón por la que las bromas sobre los políticos estaban prohibidas en la Unión Soviética.
Si tuviera que adivinar, el sentido del humor plebeyo de Musk es probablemente una gran parte de la razón por la que el establishment no lo soporta. No les importa que alguien les desafíe a través de los canales apropiados y de manera respetuosa; en realidad, eso es jugar a su favor, porque admite que son merecedores de respeto en primer lugar. Lo que no soportan es que se les tome a la ligera, que se les tome el pelo y se les ridiculice y, en última instancia, que se le ignore.
¿Por qué no lo soportan? Porque nuestra reverencia a las élites es en realidad la fuente de su poder. Ganan mientras les tomemos en serio. Pierden en el momento en que no lo hacemos.
Este artículo ha sido adaptado de un número del boletín electrónico FEE Daily. Luego en ue publicado inicialmente en FEE.org