Uno de los conceptos que caló más hondo en la sociedad para estas elecciones es el repudio a “la casta”. Además del agotamiento del modelo estatista, la reivindicación natural del liberalismo y el carisma de Javier Milei, el mensaje “anticasta” también tiene su parte, a la hora de entender las encuestas que dicen que el candidato de La Libertad Avanza va primero.
El escándalo de Martín Insaurralde, que estuvo en un yate de lujo con una modelo por Europa, gastando fortunas que no condicen con los ingresos de ninguno de los dos, fue el tiro de gracia para un peronismo en decadencia. La indignación que generó la desvergonzada actitud del exintendente de Lomas de Zamora y jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires complicó por igual a Sergio Massa en su candidatura presidencial, como a Axel Kicillof, que va por la reelección en el distrito bonaerense.
El primero no tiene chances de ganar la elección el 22 de octubre y su mejor escenario es conseguir el ticket para el balotaje. El segundo, aunque se impuso en las primarias de agosto, también sufrió el coletazo y algunos sondeos señalan que el peronismo podría volver a perder la provincia. Mientras tanto, a contra reloj, el oficialismo retira todos los posters e imágenes de campaña de Insaurralde, como si nunca hubiera existido. Pero la rápida reacción para “borrar” al dirigente peronista no hace otra cosa que indignar más al electorado bonaerense. La gente lo único que dice es que ojalá tuvieran la misma reacción instantánea para tapar los baches, poner las cloacas y solucionar los dramas del abandonado conurbano.

Con la soberbia de siempre, Massa dijo en una entrevista televisiva que el error de Insaurralde ya lo hizo “pagar” y que sus acciones lo hicieron sufrir las consecuencias, que él mismo habría ordenado. ¿A qué se refiere con esto? A las inevitables renuncias a su puesto en el gobierno de la provincia y a su candidatura como primer concejal de Lomas de Zamora. Lo más insólito es que lo dijo como si el presunto corrupto realmente hubiera respondido por las consecuencias de sus acciones. Como si fuera suficiente ser removido de la política y sus privilegios.
Las renuncias de Insaurralde están muy lejos de ser suficientes. Si la sociedad argentina se conforma con que un caso semejante se resuelva de esta manera, quiere decir que abandonó cualquier esperanza de una mínima justicia y de igualdad ante la ley. Mientras que cualquier persona de la sociedad civil y el sector privado, por una décima parte de esas acciones, tendría embargos, persecuciones y hasta prisión, el candidato a presidente del peronismo nos quiere decir que, para los políticos, alcanza con retirarlos de la función pública.
Esto nos lleva a una pregunta inevitable: ¿No van presos los peronistas? Luego de una década en el poder, y muchos casos de corrupción, la única presa de gestión en los noventa fue María Julia Alsogaray, que no venía del Partido Justicialista, sino del aliado eventual UCDÉ. Ni hablar de la corrupción durante el kirchnerismo. Fueron muy pocos a los que les pusieron las esposas durante los años del macrismo, pero todos ellos eventualmente recuperaron la libertad. ¿Qué terminaron pagando el ex vicepresidente Amado Boudou, el exministro Julio de Vido? Lo que propone como “condena” Massa: el impedimento a volver a ejercer cargos públicos. Pero ellos gozan de su libertad y de un nivel de vida que la mayoría de los argentinos no tienen.
Que Massa se haya rasgado las vestiduras diciendo que Insaurralde “ya pagó” habla de lo trastocado que está todo en la República Argentina. Si se confirma lo que pareciera ser absolutamente aparente, el exfuncionario peronista deberá “pagar” sus consecuencias en la justicia, además de alejarse de la función pública. Eso es condición indispensable, pero no suficiente.
Marcelo Duclos