Las lecciones de la scalonetta para la política argentina

Un país harto de fracasos y malas noticias tuvo su jornada de gloria internacional. Sin embargo, el trabajo de Lionel Scaloni permite sacar conclusiones interesantes que podrían imitarse. No hay dudas que Argentina es un justo campeón mundial. Pero el éxito de Messi y compañía, que parece tan distinto de emular en la arena política, tiene detrás un serio y profesional trabajo en equipo. Muchos no creían en Lionel Scaloni (ni el mismo Diego Maradona), pero el joven director técnico le cerró la boca a todo el mundo. Repasamos algunas características del equipo que pasó a la historia como “la scalonetta” que podrían ser imitados en el terreno que peor andamos los argentinos.

Trabajo a largo plazo

La AFA, tan criticable por muchísimas cuestiones, confió en un proyecto a largo plazo con Lionel Scaloni. El DT asumió como interino luego de la salida de Jorge Sampaoli. Sin embargo, los primeros partidos no fueron buenos y Argentina quedó eliminada de la Copa América 2019 a manos de Brasil. Sin embargo, a contramano de la historia y el apuro nacional, el equipo comenzaba a mostrar un estilo y se confió en una impensada continuidad. Los logros llegaron en el mediano plazo. Desde ayer, Scaloni y Messi se convirtieron en los únicos argentinos en ganar, tanto la Copa América (con final soñada ante Brasil) y el mundial.

Humildad y no necesitar de un antagonista

Aunque los aficionados ya amen a Maradona como a Scaloni por igual, lo cierto es que el actual DT es la antítesis de lo que fue el excampeón del mundo de 1986. Todavía recordamos el “vos también la tenés adentro” al periodista Toti Pasman, que había osado criticar los planteos técnicos de Maradona. La política argentina parece tener más que ver con el estilo maradoneano que con la scalonetta. La justificación en el antagonista es permanente, así también como la creencia que tienen muchos referentes políticos, de creerse los únicos iluminados que pueden mejorar la situación. Durante todo este proceso, Scaloni ha trabajado con humildad y nunca se dedicó a discutir ni las críticas ni los agravios, que fueron muchos. Un ejemplo total. ¿Será mucho pedir para la clase dirigente nacional?

Con Messi, pero sin mesías

En los procesos previos, cuando el máximo galardón del fútbol mundial era esquivo para la selección, muchos analistas deportivos cuestionaban la influencia del capitán en el DT y señalaban el problema de “los amigos de Messi”. Sin embargo, Scaloni, que hacía sus primeras armas como técnico de la mayor, impuso su sentido común. Probablemente, más allá del resultado final de este proceso exitoso, uno de los méritos más grandes que tuvo fue poner a Messi en su lugar de jugador. Puede ser el mejor, puede ser un gran capitán, pero el responsable de la alineación, de los convocados, de los 11 en cancha y de los cambios es el DT. Si la política argentina pudiera dejar de lado los personalismos, podía iniciar un ciclo virtuoso. No solamente para el país, sino para las mismas fuerzas políticas en su interior, que sucumben ante los “ismos”.

Osadía y valentía para cambios trascendentes

Luego del primer partido contra Arabia Saudita, Scaloni dejó en evidencia que no le iba a temblar el pulso a la hora de meter cambios, aunque tengan que ser radicales. Lo mismo fue haciendo durante los partidos siguientes, que los ha ganado todos. Desde el segundo partido del mundial, cualquier derrota argentina hubiera significado la eliminación. Las exigencias dieron lugar a la osadía y los riesgos dieron su fruto.

Salvo en la Decada del ’90 con Carlos Menem, los mandatarios argentinos han tenido pánico de dar un golpe de timón. Sobre todo, los no peronistas.

Fernando De La Rua fracasó por no respaldar un necesario programa de austeridad fiscal y Mauricio Macri se fue como vino, dejando una deuda con el FMI que tuvo que solicitar para llegar al fin del mandato financiando el déficit kirchnerista, que no se animó a terminar. Además de buenas ideas, la política argentina necesita de valentía.