Las abejas: una parte vital de los ecosistemas

Las abejas son insectos sociales y colaboradores que viven en las colmenas formando grandes colonias, lo que ha proporcionado a las sociedades humanas miel y cera de abeja desde hace miles de años. Este uso comercial ha desarrollado la industria de la apicultura que se dedica a la cría de abejas, aunque muchas especies siguen viviendo en la naturaleza.

Con cerebros del tamaño de una semilla, las abejas son insectos que llevan a cabo sorprendentes funciones interconectadas para mantener la salud de su colmena. Dentro de lo que llamamos comúnmente abejas existen en realidad tres castas: las abejas obreras, la abeja reina y los zánganos.  «Demuestra que las abejas no son pequeños robots que sólo responden a los estímulos … y que realizan actividades que pueden ser placenteras», afirma un investigador de la Universidad Queen Mary de Londres (Reino Unido). 

El trabajo de una abeja viene determinado por su sexo. Las únicas que normalmente vemos son las  abejas obreras. Una única colmena de abejas tiene aproximadamente de 30 000 a 80 000 y, de ellas, casi todas son abejas obreras. Esto significa que son hembras más pequeñas que la reina y que no pueden reproducirse.

Tan solo en algunos casos, las abejas obreras pondrán huevos no fecundados de los que nacen zánganos de un tamaño mucho más pequeño que aquellos que nacen de los huevos que pone la abeja reina.

Las abejas obreras viven una media de 105 días y no salen de la colmena hasta los 21 días, y aunque puede parecer una vida muy corta, las abejas en realidad tienen una mayor longevidad que otros insectos, y la duración de su vida depende de la función que desempeñen.

Además de las tareas limpiadoras, la abeja obrera pasa casi una semana cuidando y alimentando a las larvas con jalea real, una secreción nutritiva que contiene proteínas, azúcares, lípidos y vitaminas. Las cereras construyen los paneles de cera, las almacenadoras reciben el alimento y lo colocan en los panales, las guardianas vigilan que no entren abejas de otras colmenas ni avispas y las ventiladoras generan una corriente de aire para airear y deshidratar el néctar. 

Entre todas, realizan la tarea completa de la producción de alimentos con el polen y el néctar de las flores, construyen la colmena y la protegen, la limpian, hacen correr el aire batiendo sus alas y realizan otras muchas tareas para la comunidad.

La abeja reina y los zánganos

El trabajo de la abeja reina es sencillo: pone los huevos que constituirán la nueva generación de abejas. Normalmente no hay más que una abeja reina en una colmena. Si muere, las obreras crean una nueva abeja reina alimentando a una de las obreras con una dieta especial, la jalea Real.

Este elixir hace que la abeja obrera se desarrolle y se convierta en una reina fértil. Las reinas también ponen orden en el trabajo de la colmena desarrollando productos químicos que guían el comportamiento de las demás abejas.

Las abejas macho, o zánganos, no trabajan. Su función pasa por comer miel y aguardar la oportunidad de aparearse. Cuando llega el momento de que la abeja reina se aparee, los zánganos de otras colonias compiten para inseminarla. En el aire, tratan de aparearse con ella y, si lo logran, caen al suelo en una muerte victoriosa. La abeja reina se aparea con hasta 20 zánganos y almacena los espermatozoides durante el resto de su vida.

Gravemente amenazadas

A pesar de la importancia vital de estos insectos por su función como polinizadores de una gran mayoría de las especies que se encuentran en nuestro planeta y de nuestros cultivos, los estudios demuestran una tendencia general descendente en la diversidad mundial de las abejas y suscita preocupación por la situación de estas polinizadoras cruciales.

Las abejas halíctidas, por ejemplo, polinizan cultivos importantes como la alfalfa, los girasoles y las cerezas. Aunque son menos conocidas, estas abejas salvajes complementan el trabajo de las abejas melíferas en colmenas gestionadas.

«Aunque las abejas melíferas pueden ser polinizadoras eficientes de muchos cultivos, la dependencia de una sola especie es muy arriesgada», afirma Eduardo Zattara biólogo del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medio Ambiente en Bariloche, Argentina.

De las 20 000 especies que existen, muchas polinizan el 85 por ciento de los cultivos y las frutas en todo el mundo. Durante las últimas décadas, el número de especies de abejas documentadas en estado silvestre ha descendido a nivel mundial.

El auge agrícola a nivel mundial provocó una fuerte pérdida de hábitat durante la segunda mitad del siglo pasado, mientras que el uso de plaguicidas afectó a muchas de las plantas de las que dependen las abejas.

Además, el aumento de las temperaturas debido al cambio climático ha matado a muchas de las poblaciones, y ha expulsado a otras especies de abejas de sus áreas de distribución. Otra de las causas del declive es la introducción de especies no autóctonas para polinizar cultivos agrícolas específicos, lo que a menudo introduce también patógenos que provocan pandemias entre estos insectos.