En La salud del futuro, el libro del Dr. Diego Pereyra toma los recursos existentes (y los que están por venir) que podrían cambiar para siempre la forma en la que concebimos la salud y el cuidado del cuerpo, desde la creación de dispositivos que con una sola gota de saliva pueden identificar una patología, hasta un drone que puede ingresar en zonas peligrosas, y de forma inmediata, para salvarle la vida a una persona.
¿Quién de ustedes, recibió en el último año una receta escrita a mano, en tinta, coronada con sello de goma? Es un montón, ¿no? Papel, tinta, sello de goma, sobre lacrado, carruaje, desde el consultorio directo al castillo del Conde Drácula. Eso es: tecnología de la época del conde Drácula en el siglo XXI, en tiempos de pandemia, ¿No les resulta absurdo que las recetas sean así?, ¿no es ridículo que la medicina siga haciendo esto?
Esto podría solucionarse, por dar una alternativa, invirtiendo en un tipo de tecnología que se llama “automatización” y que es como un robot que toma el control del puntero del mouse para hacer este mismo proceso que hago todos los días, es decir, te lo hace la computadora. Porque, de otra manera, es como que me siento en una película de Chaplin, ¿o no? Me gusta compararlo con eso … Es como estar en la escena de la fábrica de Tiempos modernos: rutina, automatismo, la cinta pasa rápido, tengo en la mano la llave para ajustar la mayor cantidad de tuercas en el menor tiempo posible, y el tiempo vuela.
Lo mismo pero con apretar botones en una computadora mientras se me va el tiempo del consultorio. Y ese tiempo, que se va sumando en el correr de mi día laboral, yo podría estar invirtiéndolo en algo tan esencial como el diálogo con mis pacientes. Eso es un punto de dolor, es una traba que impone el sistema y que no solo nos saca esos momentos tan valiosos, sino que, paralelamente, reduce la eficiencia y la productividad que se puede desplegar en la atención de otros procesos mucho más importantes que no pueden automatizarse ni deshumanizarse.
La otra cara de esta moneda es la experiencia del paciente: supongamos que una persona tiene que hacerse un estudio costoso y complejo. En nuestros sistemas de salud, bastante reticentes al cambio, le exigen que llene tal formulario, que complete esto otro, que lo lleve a su obra social o a la oficina administrativa de su prepaga para que se lo auditen y se lo autoricen.
Le piden un montón de trámites y de pasos que hay que cumplimentar, para armar carpetitas y así poder llegar a este estudio complejo o, en muchos casos, a medicamentos de alto costo para los que se ponen en juego los mismos requisitos. Hay pacientes que para llegar a una medicación de alto costo, por ejemplo, a una droga oncológica, pueden tardar hasta un año en conseguirla y poder suministrársela. Además de eso, muchas veces se hace cargo únicamente el paciente de todos estos pasos, de cumplir con esos trámites, mientras tiene que lidiar con una enfermedad y cuidar su salud.
Analizado desde un montón de perspectivas, podemos detectar, problematizar y trabajar para reducir puntos de dolor, encontrar esta piedrita en el zapato de nuestro hacer cotidiano y con pequeñas inversiones en tecnología solucionándolos eficientemente. Esta propuesta, que yo aprendo y tomo del ámbito corporativo y que es altamente eficaz para mejorar la experiencia del empleado y del cliente, en este caso aportaría muchísimo si queremos empezar a vencer la resistencia al cambio en nuestro ámbito y mejorar sustancialmente la experiencia tanto del personal de la salud como de los pacientes.