Irán, “el imperio del disparate y la indecencia” ante el silencio cómplice del mundo

¿Por qué Irán está a punto de ejecutar a un jugador de fútbol?. Porque se le antoja. Porque puede hacerlo. Porque no hay quien se lo impida. Porque quiere enraizar el terror y proclamarlo al resto del mundo: no te metas con Teherán. Si algo simboliza la libertad, es el cuerpo y la mente de un atleta que vuela más alto, lanza más lejos, avanza más rápido. Para los regímenes dictatoriales, para el fundamentalismo de cualquier signo y color, eso siempre implica peligro. Hay que dar un escarmiento.

Amir Nasr-Azadani, de veintiséis años, defensor del club de fútbol Iranjavan, está a punto de marchar hacia el cadalso por que se atrevió a protestar contra la represión del régimen de los ayatollah contra las mujeres iraníes. A Amir lo juzgaron por “enemistad con Dios”, y su vida pende de un hilo. La “enemistad con Dios” es un delito gravísimo en ese imperio del disparate, y está sujeto a la interpretación del juez que toque en suerte o desgracia.

¿Amir enemistado con Dios? Enemistad con nada. Son las protestas, la resistencia, la intransigencia, el hartazgo, la tenacidad de los opositores al régimen de los ayatollah lo que molesta, hiere y pone sobre alerta a los autócratas iraníes, que tampoco toleran que sus cuestionadores sean, todos, muy jóvenes. Muchos de ellos, como Amir, no habían nacido, ni sus padres se habían conocido, cuando la Revolución Islámica tomó el poder en Irán para liberarlo del terror del sha Mohamed Reza Pahlevi, pero para instalar un régimen de terror propio, basado en la interpretación antojadiza, arbitraria y criminal de los sagrados códices islámicos.

Hace menos de una semana el régimen iraní colgó de la pluma de una grúa a Majidreza Rahnavard; antes había ejecutado, asesinado mejor, a Moshen Shekari. Ambos habían protestado por la ejecución de Mahsa Amini, una chica que fue ejecutada a su vez por no llevar bien colocado el velo islámico. En ese juego de espejos con la muerte, la chica fue juzgada por la “policía moral” del régimen. Hay en Irán una policía moral que juzga intenciones, opiniones, acaso pensamientos, propósitos, planes, ideas y hasta el uso correcto de la ropa. Es una policía de amplio espectro que rige hasta el sueño de los ciudadanos: un botón te manda a la horca. En Teherán todo lo que no es, termina en el cadalso.

El cadáver colgante de Rahnavard fue fotografiado por el régimen, recortado en lo alto del cielo azul, y ondeando con levedad bajo la brisa de Teherán. La imagen recorrió el mundo. Es la manera que Irán tiene de decir esto somos. Y el mundo calla. A favor de la anulación de la pena capital contra Amir, el futbolista del Iranjaván, se han alzado miles de voluntades individuales. Pero la FIFA, por ejemplo, guardó hasta ahora un silencio vergonzante que no parece dispuesta a romper.

Sólo la Federación Internacional de Futbolistas profesionales se solidarizó con Amir y exigió: “(…) Pedimos la eliminación inmediata de su castigo”. Es fácil imaginar lo que hará Irán con ese ruego, expresado con la compunción de quien intuye que los vientos pueden soplar en su contra en cualquier instante.

De aquellos polvos vienen estas grúas. De hace casi medio siglo. En el subsuelo del drama subyace el gas y el petróleo. Y el ropaje que viste a la vista gorda de gobiernos y entidades, de organizaciones mundiales y de asociaciones deportivas, luce los civilizados atributos de la integración, el respeto a lo multicultural, el pluralismo y la igualdad. En ese lapso, y en vez de favorecer la integración al menos cultural, Irán se ha convertido en un estado autocrático, ha sostenido grupos guerrilleros, como el libanés pro iraní Hezbollah, ha financiado atentados terroristas y ha declarado una sonora guerra sorda contra Occidente, en nombre de la interpretación de la ley religiosa, que fue puesta por sobre la ley y por sobre el mismo Estado, y ha endiosado a sus soldados, o voluntarios, o lobos solitarios, o milicianos suicidas que ensangrentaron las calles de Europa y las de nuestro país.

Alberto Amato (Periodista)