Guatemala: ganó el “oscar de fotografía a la vida silvestre”

El fotógrafo guatemalteco Daniel Núñez dice que se sintió como una estrella de cine cuando el Museo de Historia Natural de Londres reconoció su fotografía del lago de Amatitlán como una de las mejores fotografías de vida silvestre en 2022. “Creo que para todo fotógrafo de vida silvestre es como un sueño llegar ahí”. “Es, como por decirte, los Oscar o los Grammy de la fotografía de vida silvestre”. Sin embargo, Daniel dice que, de todas las razones que lo inspiraron a participar en el concurso Wildlife Photographer of the Year, la fama nunca fue la más importante. “Te voy a ser honesto”, empieza, con la frescura que le dan sus 24 años de edad.

El Amatitlán es un emblemático lago que se encuentra en las cercanías de su natal Ciudad de Guatemala. La imagen muestra cómo una microalga que crece de manera descontrolada en el lago por la contaminación tiñe el agua de un espectral verde fosforescente durante los meses de más calor. “Lo que hace que esta imagen funcione es el elemento sorpresa“, dijo la fotógrafa de National Geographic Jen Guyton, jueza del concurso, sobre la foto de Daniel.

“A primer vistazo, la parte derecha de la imagen pareciera ser un campo pastoso”, agrega, “pero después te das cuenta de que es agua, e inmediatamente entiendes que hay algo que está seriamente mal en esta foto: es un ecosistema dañado y hay que hacer algo para arreglarlo”.

El alga microcystis

Al lago de Amatitlán lo surte el río Villalobos, el cual recibe las aguas de otros ríos menores que nacen en los cerros occidentales de Ciudad de Guatemala. El agua que estos ríos menores arrojan al Villalobos -y que, posteriormente, este deposita en el lago de Amatitlán– contiene los residuos sólidos y las aguas negras de al menos 14 municipalidades del área metropolitana de la ciudad capital.

De todas las poblaciones de la zona, apenas una está en capacidad de tratar las aguas residuales que van al río, explica Evelyn Rodas, directora científica de Ibagua ONG, una fundación que busca soluciones a la contaminación del lago. “La orina tiene urea, la urea tiene nitrógeno. Lo mismo pasa con la materia fecal que no se descompone: genera nitrógeno. Y, junto al fósforo de los detergentes, son los nutrientes que alimentan a la microcystis”, dice.

Esta alga microscópica -la doctora Rodas cuenta que cada alga es una célula individual- de un característico color verde azuloso emite unas toxinas que eliminan otro tipo de algas que ayudarían a su limpieza. “Además, al ser fotosintética, durante las noches la microcystis absorbe el oxígeno que hay en el agua y mata a todos los peces”.

Este proceso lleva a una muerte generalizada en el lago de Amatitlán -incluida la microcystis misma- lo cual, a su vez, genera sedimentación, reduciendo a velocidades agigantadas la profundidad del cuerpo de agua. Como si fuera poco, y entendiendo el papel tan importante que juega el nitrógeno en todo este proceso, la doctora Rodas dice que existen unas 40 industrias que descargan sus desechos al lago. “Lo que hacen es que, digamos, se les hace control de sus aguas y, si pasan los niveles de nitrógeno, pagan una multa”.

La doctora Rodas dice que, si el proceso de sedimentación del lago de Amatitlán continúa a la velocidad que avanza actualmente, podría ser un pantano en menos de 20 años. Además, dice que las tecnologías que se usan actualmente para el tratamiento del lago son anticuadas y demoradas. Por eso, luego de hablar con expertos a nivel mundial, cree haber llegado a una solución que acaba de ser reconocida con el premio nacional a la innovación en pro de la salud que otorga la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología de Guatemala.