¿Es la «teoría trans» el camino a un mundo mejor? ¿O más bien al revés?

Vivimos un momento muy parecido a aquellos años 30 y 40 del siglo pasado, donde se dio una adscripción visceral, ignorante, prejuiciosa y sin reflexión alguna a la ideología nazi, tanto por parte de muchos ciudadanos de a pie que iniciaron el amedrentamiento, la denuncia, la quema de libros y la violencia contra judíos, como de funcionarios del régimen que ciegamente, sin ni siquiera molestarse en pensar un segundo en su validez moral, empezaron a obedecer las terribles órdenes de arriba. Lo que Hanna Arendt, en su maravilloso análisis llamó “la banalidad del mal”.

¿Qué nos recuerda a aquellas adscripciones y prácticas? Pues la manera tan similar en que tantas personas e instituciones se han venido sumando a la doctrina generista queer (sexo autopercibido) y toda su cadena de concreciones de manera absolutamente ciega a la realidad, muda al diálogo, sorda a la escucha y negada al intercambio y por tanto plena de actos violentos destinados a la anulación, al amedrentamiento, al castigo, al silenciamiento de quién no piensa como ellos y, en especial, hacia las mujeres feministas.

Cada día vivimos o sabemos de agresiones que en general sólo se conocen por mediante redes sociales. Un poco más de difusión han tenido casos como el de la conocida autora de Harry Potter, J.K Rowling, que por poner un tweet que decía “La persona con pene que te violó es una mujer” fue acorralada en redes, hackeadas sus redes sociales, hechos públicos sus datos personales y eliminada por los propios actores de la saga de las presentaciones del último episodio de la película sobre el personaje.

No es difícil ver como las doctrinas que sustentan el cambio de sexo/genero por voluntad -también conocido como ideología del generismo queer/trans- vienen permeando la mayor parte de los espacios de construcción social, política, institucional, espacial, académico, familiar, en el lenguaje, en ONGs, organismos internacionales, agencias financieras, leyes, instancias de gobierno y en particular en el sentido común de cada vez más personas que bajo unas ambiguas ideas de “inclusión” y “respeto” aceptan que hombres que viven sin concordancias entre su cuerpo/sexo y los estereotipos de género preferidos por ellos sean tan mujeres como quien nació y vivió siempre en un cuerpo/sexo de mujer.

Muchos gobiernos y sus altos funcionarios/as vienen asumiendo explícitamente las ideologías queer y con ella la autodeterminación individual, móvil y subjetiva del sexo publicitándola como algo muy progresista y ampliador de las democracias.

Partidos políticos abren los espacios que corresponden a cuotas de las mujeres para representantes varones trans femeninos (aún no se conoce que hayan incorporado a una mujer trans masculina a las cuotas de hombres). Instituciones y hasta centros educativos incorporan el llamado “lenguaje inclusivo” y obligan a su uso, ya sea con castigos explícitos (como es el caso del parlamento mexicano) o por la vía de la presión (en el caso de universidades y organismos públicos o privados).

Un número creciente de instituciones adoptan la ideología de género y generan reglamentos de castigo para quien ose poner en cuestión cualquier aspecto de los mandamientos de la identidad de género voluntaria. Medios de comunicación, incluyendo el cine, producen cada vez más notas, artículos, documentales y películas donde se muestra lo trans como algo relacionado a la libertad, a la felicidad y los procesos de transición como algo heroico y admirable. Editoriales y ferias del libro vetan autoras por su opinión contraria a aceptar que las personas trans femeninas sean mujeres. Y así podríamos seguir por varias páginas.

¿Es el camino?

Ante esta diseminación de esas doctrinas y su concreción en la construcción de nuevas realidades cabe preguntarse: ¿Es realmente la teoría/ideología del género queer-trans y su activismo un real movimiento en función estricta de mejorar las condiciones de vida de esa minoría? ¿El aceptar sin discusión posible el que los trans femeninos son mujeres es el camino para evitar su discriminación y la violencia contra ellos? ¿Es la teoría y política de el/los género/s una nueva utopía con capacidad de abrir puertas a un mundo mejor, a un desarrollo y avance de sentidos superiores de existencia para todos y todas? ¿Se trata de un nuevo discurso capaz de desarrollar profundas empatías con verdades ineludibles que necesitan hacerse norma y sentido positivo?

O, por el contrario y como dicen las feministas que se oponen a esta ideología, se trata de un embate patriarcal para borrar los avances de las mujeres y borrar los potenciales posibilidades que las mujeres portan y representan para enfrentar la profunda crisis civilizatoria que aqueja a nuestra macrocultura patriarcal planetaria, o/y se trata de algo todavía más profundo, borroso y complejo, donde las ideologías trans y su activismo funcionan como los tentáculos de una hidra para sacar la vida del cuerpo de las mujeres en función de dar pie a un nuevo orden civilizatorio donde ya no sean los cuerpos de las mujeres los que tengan la capacidad de dar vida sino donde los cuerpos puedan ser manipulados, modificados y creados a través de la millonaria alianza entre las tecnologías de punta (Cibernética, robótica, farmacéutica, ciencia genética y grandes centros médicos y de cirugía en alianza con ingenieros, personal de salud y academia).

Lo que no cabe duda es que lo que está en disputa es el cuerpo. Hoy por hoy no cualquier cuerpo sino el cuerpo que tiene la capacidad de dar vida humana. El cuerpo de las mujeres.

No se puede olvidar y separar que hay otro cuerpo que también da vida, este cuerpo es la madre tierra. Con la mentirosa consigna de que esta no sería ya capaz de alimentar a los humanos del planeta, el patriarcado capitalista de la post segunda guerra mundial cambia su paradigma de “progreso” por el de “desarrollo” (más ligado a las posibilidades de la ciencia y la tecnología) y redirecciona toda su artillería química (creada con fines de guerra) para quitarle la producción a la madre tierra y entregársela a la industria agroquímica.

El paradigma de superar a la naturaleza través de la técnica y la ciencia y su rama trans con todo lo que implican los cambios de sexo/género, está también anclado en el lucro sin límites y el manejo del poder. Son las grandes empresas tecnológicas, farmacéuticas y médicas, empresarios acaudalados y familias multimillonarias (principalmente estadounidenses), cuyas fortunas están relacionadas con estos sectores económicos quienes financian de forma más generosa a las ONG transgeneristas y actúan sin ningún disimulo como lobbies de presión política para conseguir leyes que favorezcan sus intereses .

Industrias como Monsanto, Bayer, Basf y otras productoras de químicos están hoy entre las productoras de hormonas, medicamentos químicos y demás elementos para las intervenciones que llaman “cambio de sexo”. Y son también donantes importantes del transactivismo.

Entre las fundaciones que financian de forma más generosa a las ONG transgeneristas y actúan sin ningún disimulo como lobbies de presión política para conseguir leyes que favorezcan sus intereses la investigadora Jeniffer Bilek detalla en varios de sus trabajos su entramado, y ahí el lector podrá encontrar los pormenores de las relaciones entre familias multimillonarias como los Stryker o los Pritzker, con fundaciones como Arcus, Tides o Tawani, la Open Society Foundation de George Soros, las cifras de las donaciones y becas que entran y salen de estas instituciones, y las cercanísimas relaciones que estos individuos mantienen con puestos importantes de la Administración estadounidense a todos los niveles. (Jennifer Bilek, «From the World Bank to LGBT Leadership/The Corporate Colonization of Human Sex», The 11th Hour, 25 de noviembre de 2020.

Tambien la página web Contra el Borrado de las Mujerespublicó en junio de 2021 una recopilación exhaustiva, clara y ordenada de todas las fuentes de financiación mundial del lobby queer que necesariamente deja boquiabierto al lector” (cita del libro Nadie nace en un cuerpo equivocado, Errasti y Pérez Alvarez, Ed.Planeta, 2022)

La fundación Rockefeller, otra de las muy generosas donantes al transgenerismo, se dedica desde muy al principio de su existencia a sacar los cuerpos de las mujeres del conocimiento propio y de su manejo autónomo. Es a través de la Rockefeller University y sus centros de investigación, junto a la Asociación Médica Estadounidense (AMA) que debilitaron hasta casi la extinción la práctica de las parteras naturales y en casa, obligando a toda práctica médica a ser certificada por esas instancias y por las batas blancas que en un 95% eran varones.

A la práctica de las parteras la acusaron de no tener la capacitación científica y ser peligrosa mientras sus instalaciones hospitalarias contaban con todo lo necesario. Es con el advenimiento de la segunda ola del feminismo y con ello las mujeres mirando y atendiendo sus cuerpos que se vuelve a fortalecer la práctica de la partería natural y de la atención en casa del proceso de embarazo. En el 2021 la AMA publica un documento haciendo un llamado a eliminar el dato de sexo de los certificados de nacimiento para “evitar la discriminación de género”.

Casualmente en su conferencia de 1917, el activismo trans, financiado por estos poderes económicos, interviene la organización nacional de parteras de Estados Unidos. Le exigen a la Asociación “dejar de hablar del poder femenino de dar vida”, de “decir que el dar vida da poder a las mujeres porque ese es un discurso discriminador y transfóbico”. También exigen que se hable en “un lenguaje neutro inclusivo”.

La negativa de un sector de las parteras fue acusada de “un ejercicio de privilegios de mujer blanca cuyo objetivo no es ayudar en el nacimiento sino llevar a las comunidades sus privilegios de CIS blancas”. Reclamos y exigencias que terminaron por quebrar la potente Asociación. Cabe señalar que lo mismo se repite en el Reino Unido donde la tradición de las parteras en casa es fuerte.

Podemos preguntarnos ¿por qué este interés en el tema de la partería en manos de las propias mujeres y además de la partería alternativa y natural, autónoma, extra hospitalización y medicina convencional? La partera Courtney Piper Catearth responde de manera muy bella: “Cuando las mujeres paren apoyadas por mujeres se produce una cadena, contactan con su propio nacimiento y con su poder de dar vida, o sea con todo su poder sexual y esto es muy, pero muy poderoso. Esto no le pasa a una mujer que pare acostada, semi anestesiada, y tapada en la camilla de un hospital. No hay nada más aterrador para el patriarcado que las mujeres que no necesitan y no quieren cerca a los hombres. Se nos acusa de odio e intolerancia, eso está lejos de la verdad. Lo que nos mueve a oponernos a estos embates trans es la conciencia de que se trata de la erosión sistemática de la comunidad, del lenguaje femenino y de la santidad del trabajo de las mujeres” (Pueden verse muchos videos -en ingles- sobre la resistencia a las ideologías queer generistas y a su practicas en el sitio de You Tube Whose body is it)