El nuevo Congreso va a jugar un papel importante en recalibrar (vía supervisión, limitaciones de financiamiento y otras medidas legislativas) los múltiples errores de la Administración Biden hacia América Latina. En los últimos días, he conversado con los líderes republicanos sobre una agenda en la cual Latinoamerica va a jugar un papel central.
Desde inicios de 2021 hemos visto un giro drástico en Washington en el cual los enemigos de los Estados Unidos se sienten más empoderados, mientras los amigos se sienten abandonados. Todo esto se da debido a la falta de visión y el afán por una “política de desmantelamiento” de la actual gestión.
Eso explica, en parte, el fuerte respaldo de los votantes hispanos a los candidatos republicanos en esta elección que fue también, sin duda, un rechazo de las políticas sobre Latinoamérica de la Administración Biden. La Florida es el mejor ejemplo. Desde su primer día, la Administración Biden ha estado ciegamente obsesionada en desmantelar las políticas de la gestión anterior sin pensar en las consecuencias que eso acarrearía. Desmantelaron la política migratoria y desencadenaron la crisis migratoria más grande en la historia de los EEUU.
Desmantelaron las políticas de presión que creamos hacia las dictaduras y hoy Nicolás Maduro en Venezuela está pasando uno de sus mejores momentos. Esta semana estuvo viajando a la COP-27 en Egipto, con total tranquilidad. Con nosotros, ni al baño iba tranquilo. Cada día, el régimen chavista está más intransigente y tomando más rehenes norteamericanos.
Podría decirse -sin temor a equivocarme- que es obvio que Biden favorece a los gobiernos de izquierda. A los de Argentina y México -que se pasan criticando las políticas de los EEUU sea hacia Venezuela o Rusia– se les compensa con gestos y visitas a la Casa Blanca, mientras a los gobiernos de derecha o centro derecha, como Ecuador y Uruguay, no se les ofrece nada ni los apoyan con preferencias comerciales.
Por eso, esos gobiernos están ahora negociando acuerdos comerciales con China. Y ni hablar de la hipocresía. Critican a Nayib Bukele en El Salvador por violaciones de derechos humanos en su lucha contra las pandillas, las maras, pero abrazan a Gustavo Petro en Colombia, un “ex-terrorista” con sangre de civiles en sus manos.
El mismo grupo en la Administración Biden que hoy supuestamente tanto le interesa el BID, es el que permitió durante la Administración Obama que China lo usara como instrumento de expansión en la región. El BID cofinanció más de 90 proyectos chinos en la región, con más de $6 mil millones. Y los EEUU es el mayor accionista del banco con 30%. Un bochorno para los contribuyentes norteamericanos.