Nos encontramos a horas de que se produzca un hecho histórico. El Tribunal Oral Federal Nro. 2 que juzga entre otros a Cristina Fernández de Kirchner por hechos de corrupción hará público su veredicto. La democracia argentina enfrenta horas decisivas. La dirigencia política deberá demostrarnos si está a la altura de las circunstancias, o si su comportamiento es propio del de una república bananera, como ya lo evidenciaron el pasado jueves en la Cámara de Diputados.
Lamentablemente todo parece indicar que estamos en vísperas de un quiebre institucional que pondrá en severo riesgo nuestras instituciones democráticas. La teoría del caos social como respuesta a una posible sentencia adversa para Cristina Kirchner ya fue anunciada a viva voz por su feligresía más extrema. Pero la mayor responsable es la propia Cristina quien se muestra dispuesta a destrozar las instituciones. En una actitud tan tóxica como irresponsable, apuesta a todo o nada.
Toda estrategia de comunicación debe tener un “sentido”, en punto al cual giran los diferentes argumentos. CFK busca, hace tiempo, colocarse en el sitial de “víctima” de un poder superior que pretende subyugarla porque representa el paradigma de la lucha por la defensa de los más necesitados, como lo dejan en claro los dichos del ministro del Interior, “Wado” de Pedro: “La persecución sobre Cristina no es algo que tenga que ver con delitos del Código Penal, sino que tiene que ver con el código electoral”, afirmando insólitamente que la persiguen “por recuperar los fondos para los jubilados y por haber implementado la Asignación Universal por Hijo”, demostrando que cualquier argumento, por más insólito que sea, sirve para sostener el relato por sobre la realidad de los hechos.
Cristina viene irresponsablemente azuzando un alzamiento contra la Justicia. Sus palabras y la forma en la se refiere a otro Poder del Estado Nacional son de una gravedad institucional sin parangón, ya que promueve, entre otras cosas su copamiento. De esta forma ha logrado que la noción de verdad sea una pérdida más que nos dejará como legado. En su lugar se ocupó de construir un relato que terminó, por mucho tiempo, con la credibilidad en las instituciones de la nación y en la “casta” política. Los argentinos convivimos, hace años, con la incertidumbre entre lo que es real y la ficción, bombardeados por los relatos salvajes de una política de caos y confusión.
Como sociedad nos enfrentamos a una porosa realidad. CFK maneja como nadie el arte de la creación de relatos que usa convenientemente conforme a las necesidades de turno. En toda su perorata la verdad dejó de tener importancia. Solo interesan las apariencias donde su capacidad de elaborar un “sentido” tiene un alto impacto en sus seguidores, generando el combo perfecto para poner en tela de juicio todo lo que sea contrario a los intereses de la dueña del Frente de Todos, cualquier cosa puede ser mentira o verdad, dependiendo de las circunstancias.
En palabras de José “Pepe” Mujica: “El poder no cambia a las personas. Solo revela lo que realmente son”.
Jorge Grispo