El kirchnerismo por estas horas vive un oasis mentiroso. Festeja la centralidad que tuvo Cristina Fernández de Kirchner, con una entrevista que hizo hablar al país, y argumenta que el raiting de C5N (que lideró la franja horaria) es sinónimo de aprobación popular. Lo de la centralidad es innegable, la sigue teniendo. Sin embargo, la verdad es que la miramos todos. Los que la quieren, pero también los que no. Extrapolar esto al índice de apoyo en la opinión pública no es más que otra mentira del cristinismo, que en el fondo sabe que la jefa está de salida.
En la entrevista con Pablo Duggan, que se caracterizó por la predecible obsecuencia del entrevistador de la pantalla kirchnerista, CFK hizo gala de sus mentiras, medias verdades y dislates económicos. Volvió a hacer referencia al endeudamiento de Mauricio Macri con el FMI (sin mencionar el déficit que dejó sus dos presidencias) y habló sobre la inflación actual recurriendo a esotéricas explicaciones como la “puja distributiva”. Claro que, sin importar lo que diga, Duggan no hacía otra cosa que sonreír y dejarle todo servido en bandeja.
Pero, a pesar del servilismo del “periodista”, Cristina Fernández no pudo con su mal genio y evidenció su pésimo carácter. En un momento de la entrevista, protestó enfáticamente por los ruidos que habían en el estudio, cuando ingresaban a sus lugares el resto de los panelistas. Pablo Duggan, nervioso, pidió que todos se queden quietos. Insólito. Sin embargo, nada de esto es una sorpresa para los allegados a la política nacional. Más de un empleado de Casa Rosada reconoció off the record que la actual vicepresidente tenía delirios de rockstar y ordenaba cosas como que no se la mire a la cara. En este sentido, la llegada de Macri fue festejada por buena parte del plantel, que señaló que con el cambio de gobierno se habían terminado esas cuestiones incómodas.
CFK en la entrevista de ayer sean las siguientes: reiteró que no será candidata y manifestó que desea que los hijos de “una generación diezmada tomen la posta”. Dados los posibles precandidatos en danza, sus palabras pueden ser leídas de una sola manera. CFK está adelantando que su delfín será Eduardo Wado de Pedro, ministro del Interior de la actual fallida gestión del Frente de Todos. La referencia a los hijos de aquella “generación diezmada” es directa. De Pedro, de 46 años, es hijo de dos militantes de la agrupación guerrillera terrorista Montoneros desaparecidos en la última dictadura militar, que tuvo lugar entre 1976 y 1983.
Se trata de uno de los funcionarios más cristinistas del gobierno, que no tuvo ningún problema en enfrentar públicamente a Alberto Fernández en más de una ocasión. Aunque muestra y se caracteriza por un perfil de aparente moderación ante las cámaras, se trata de uno de los hombres del riñón del kirchnerismo duro.
Lo más probable que, con CFK supuestamente fuera de la competencia, el kirchnerismo reedite la estrategia que impulsó con éxito en 2019, con un Alberto moderado, en medio de la crisis económica que dejaba el fallido gobierno de Juntos por el Cambio. Claro que ahora la situación es distinta. La crisis, mucho más agravada en 2023, está vinculada directamente con la gestión actual y con la fórmula que ideó Kirchner. ¿Habrá lugar para repetir el formato y venderle al electorado un candidato supuestamente moderado que coseche algunos votos independientes? Todo parece indicar que no.
Sin embargo, Cristina es consciente de lo complicado que está su espacio político y por ahora se abraza al objetivo más modesto de su historia: llegar al balotaje, ya sea contra JxC o con Javier Milei. Después se verá.
(Fuente PanamPost)