Nadie ha explicado aún con certeza la explosión de llamados que hubo durante el fin de semana en que Nisman apareció con un tiro en la cabeza, en el baño de su casa, a horas de tener que presentarse en el Congreso para detallar la denuncia que había hecho contra la entonces presidenta acusándola de estar encubriendo a los iraníes sospechosos de haber planificado el atentado. Los investigadores pensaban que en las declaraciones reservadas de 60 espías y ex espías que desfilaron en la causa podían encontrar una respuesta. Pero con lo que se encontraron fue con un mosaico de razones que dejan no solo dudas sobre el crimen de Nisman sino que recrean cómo funcionan los servicios de inteligencia y el uso político de la central de espías. Es más: ese fin de semana hubo muchas llamadas, pero hubo teléfonos claves que no sonaron.
Una de las cosas que más llamó la atención en la fiscalía es que se creía que los convocados iban a tener un discurso único sobre lo que ocurrió. No fue así. Además de ventilar internas y recelos, los espías dieron una gama variada de respuestas sobre de qué estaba hablando ese fin de semana el mundo del espionaje. “Es claro que algo sabían, que algo había pasado”, insisten los funcionarios judiciales.
Para los investigadores no hay dudas de que se trató de un homicidio. Fue clave la junta interdisciplinaria de la Gendarmería Nacional que determinó que había sido un homicidio y fijó entre sus conclusiones la hora de las 2.46 del 18 de enero del 2015 como el momento del crimen. Los investigadores sostienen, además, que es un falacia que el Cuerpo Médico Forense hubiera descartado el homicidio. Relativizan, no obstante, la hora de la muerte que estableció Gendarmería, Es que, sostienen, fue una hora tentativa: los expertos no tomaron la temperatura ambiente, un dato clave para analizar en el proceso de descomposición y tener mayor certeza.
“El disparo que causara la muerte, por la situación en la que fue encontrado el cuerpo, buscaron que pareciera como auto infligido por Nisman, lo que finalmente se descartó entre otras cosas por la ausencia de sustancias químicas propias de un disparo efectuado con sus manos y de rastros hemáticos en sus brazos. En esta línea es claro que de haberse tratado de un arma de fuego cuyo origen se desconociera, habría derivado en que la línea de investigación se centrara en un homicidio en forma exclusiva y desde el inicio del proceso”, sostuvo Ercolini cuando dictó los procesamientos a fines de 2017. “La introducción de un arma de fuego ‘amiga’ que fue incluso dejada en el baño junto al cuerpo del Fiscal, ayudó a la consolidación de la versión del suicidio que excluía, en principio, la participación de otras personas en la causación del deceso del Fiscal”.
“A ocho años del homicidio no declararon bajo juramento los peritos que dijeron que fue un homicidio”, se queja Diego Lagomarsino. “¿Saben por qué no declaran? Falso testimonio agravado. No van a poder responder sin caer en un delito. Casi ocho años sin encontrar nada que demuestre un homicidio. Nada salvo una pericia trucha de Gendarmería”.
Entre los puntos relevantes para la fiscalía se pudo acreditar que un agente de inteligencia entró a la escena del hecho, mandado por su jefe, en la noche del 18 de enero del 2020. La escena, para los investigadores, es Le Parc. Así lo declaró el espía ante la fiscalía y precisó que no subió al departamento porque sabía que podía ser descubierto. Sin embargo, dijo, desde ahí pudo monitorear y reportar movimientos. Eran momentos claves: la noche del domingo 18 de enero, cuando todavía no había salido a la luz pública que Nisman era un cadáver en su baño, pero ya comenzaban a aparecer personas en el departamento del fiscal. “Fue una orden directa de ir al lugar”, subrayaron los investigadores. Su presencia nunca fue detectada por nadie. Valga aclarar: las cámaras de seguridad no funcionaban. El “killer”, como dijeron algunos de los espías cuando declararon en la causa, podría haber salido tranquilamente porque nadie iba a darse cuenta.